12. Dios hace una alianza con el pueblo de Israel

Estimados catecúmenos, en esta entrada podéis encontrar el texto completo del tema 12 titulado: Dios hace una alianza con el pueblo de Israel. Espero que os sirva para reflexionar e integrar de manera progresiva la presencia de Dios en vuestras vidas cotidianas.


QUÉ PRETENDEMOS CONSEGUIR CON ESTE TEMA...
1. Conocer el Decálogo como un don de Dios, que Jesús nos enseña a vivir desde el Amor.
2. Reconocer que Dios hace un pacto de amistad con cada persona.
3. Agradecer a Dios que nos dé un camino para crecer, ser feliz y vivir unidos.


PRESENTACIÓN
El título introduce el tema de la antigua Alianza y los Diez Mandamientos, en la que Dios toma la iniciativa esperando de Israel una respuesta. La imagen inicial de Moisés recibiendo las Tablas de la Ley, de Marc Chagall, pintor de ascendencia judía, es una obra poética de gran expresividad, en la que conviene detenerse para contemplar su rica simbología: la entrega de las tablas a Moisés de manos de Dios, cuyo rostro es invisible, el rey David mostrando el candelabro de siete brazos (Menorá) y los israelitas adorando al becerro de oro.
El texto bíblico que figura en la imagen inicial contiene el Shemá del libro del Deuteronomio. Se trata de la oración principal que el pueblo judío reza cada día y que contiene el mandamiento esencial de la Ley: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Es la puerta de entrada al tema de la Alianza y al Decálogo, que Jesucristo resumirá en el doble Mandamiento del amor a Dios y al prójimo.


INTRODUCCIÓN
Conducidos por Moisés, los israelitas caminaron por el desierto y acamparon junto al Horeb (monte Sinaí). Allí se produjo el momento más importante de su historia: Dios estableció con Israel una Alianza, y lo hizo su pueblo; les prometió estar siempre en medio de ellos, protegiéndolos con su amor y la fuerza de su poder. 
Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde la montaña diciendo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: "Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi Alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”». Todo el pueblo a una, respondió: «Haremos todo cuanto ha dicho el Señor» (Éx 19, 3-6.8)
Dios quería que los miembros de su pueblo actuaran siempre como verdaderos hijos suyos. Por eso, les entregó una Ley, unos Mandamientos, para que estos fueran luz en el sendero y alegría en su corazón. Israel acepta la Alianza con Dios y se compromete a cumplir fielmente los Mandamientos recibidos de su Señor. Esta Alianza da origen a un pueblo unido por su fe en el Dios uno y santo; un pueblo que contará, de padres a hijos, las maravillas del amor y del poder de Dios. 
Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: «¿Qué son esos estatutos, mandatos y decretos que os mandó el Señor nuestro Dios?», responderás a tu hijo: «Éramos esclavos del Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. El Señor hizo signos y prodigios grandes y funestos contra el Faraón y toda su corte, ante nuestros ojos. A nosotros nos sacó de allí, para introducirnos y darnos la tierra que prometió con juramento a nuestros padres. Y el Señor nos mandó cumplir todos esos mandatos, temiendo al Señor, nuestro Dios, para que nos vaya siempre bien y sigamos con vida, como hoy» (Dt 6, 20-24).
En su recorrido de cuarenta años por el desierto, los israelitas no siempre permanecieron fieles a los Mandamientos del Señor. Pero Dios, que es paciente y rico en misericordia, una y otra vez, salía al encuentro de su pueblo para convertir sus corazones y atraerlos hacia él.
Fiel a su palabra, Dios cuidó de su pueblo en todo momento, tuvo paciencia con los hijos de Israel, los condujo por el desierto, los alimentó con el maná y los hizo entrar en la tierra que había prometido a Abrahán, Isaac, Jacob y a todos sus descendientes.


¿QUÉ SIGNIFICA «DECÁLOGO»?
Significa «las diez palabras» que recogen la Ley dada por Dios al pueblo de Israel en la Alianza hecha por medio de Moisés (Éx 34, 28).
El Decálogo presenta los mandamientos del amor a Dios (los tres primeros) y al prójimo (los otros siete), y son los siguientes:
1.    Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.    No tomarás el nombre de Dios en vano.
3.    Santificarás las fiestas.
4.    Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.    No matarás.
6.    No cometerás actos impuros.
7.    No robarás.
8.    No darás falso testimonio ni mentirás.
9.    No consentirás pensamientos ni sentimientos impuros.
10.  No codiciarás los bienes ajenos.
El Decálogo muestra al pueblo elegido, y a cada uno en particular, el camino de una vida liberada de la esclavitud del pecado. Fiel a la Escritura, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de Jesús, la Iglesia ha reconocido en el Decálogo el camino de vida y felicidad que los cristianos están llamados a recorrer con la ayuda del Espíritu Santo.


MAESTRO, ¿QUÉ TENGO QUE HACER DE BUENO PARA OBTENER LA VIDA ETERNA?
Un joven hace esta pregunta a Jesús. Él responde: «Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos». Después añade: «Ven y sígueme».
Seguir a Jesús implica cumplir la Ley, es decir, los Mandamientos dados a Israel, que él no ha venido a abolir. Jesús interpreta la Ley y la vive a la luz del doble y único Mandamiento de la caridad, que es su plenitud:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los profetas (Mt 22, 37-40).
El Evangelio resume toda la Ley cuando nos comunica estos dos preceptos. Jesús los realiza perfectamente en su vida, sus palabras y su conducta, dándoles un pleno significado y probando que continúan teniendo todo su valor.


CON LOS DIEZ MANDAMIENTOS DIOS NOS DA UN CAMINO PARA VIVIR
Cuando una persona que nos quiere de verdad nos dice «Haz esto» o «No hagas aquello», sus palabras son como una luz que nos orienta en la oscuridad, como una enseñanza que nos ayuda a crecer y a vivir felices. Los que nos hablan así desean que crezcamos felices y que sepamos encontrar el camino para conseguirlo
Con el Decálogo, Dios habla al pueblo de Israel y le indica el camino para crecer, ser feliz y vivir unido.
Hoy, los Diez Mandamientos son también para nosotros camino de vida y de felicidad. Sus exigencias corresponden a las inclinaciones más profundas, justas y nobles de cada persona en su relación con Dios y con los hermanos.
Algunos te dirán que es muy difícil observar los Mandamientos, pero el cristiano sabe que es posible cumplir el Decálogo. Cristo, sin el cual nada podemos hacer, nos fortalece con el don del Espíritu Santo y de la gracia.


COMO HABLA UN HOMBRE CON UN AMIGO
La Biblia nos cuenta que Moisés hablaba con Dios cara a cara, como habla un hombre con un amigo (Éx 33, 11). Por esta amistad con Dios, él es el modelo para nuestra oración. Es un hombre movido por dos amores inseparables, el amor a Dios y el amor a los hermanos que siempre deben estar presentes al orar.
Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra?”
Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo (Éx 32, 11-14).
Como la oración de Moisés, la nuestra siempre debería ser un acto de amor y confianza en Dios, nuestro amigo, y un momento para acordarnos y pedir por las necesidades de nuestra familia y amigos, y las de todos los hombres, especialmente de los que más sufren o menos cuentan.


En el siglo II, san Irineo de Lyon, nos recuerda la importancia de los Diez Mandamientos en la vida de cada creyente. 

Por el Decálogo, Dios preparaba
al hombre para ser su amigo
y tener un solo corazón con su prójimo.


UN MOMENTO DE REFLEXIÓN... (preguntas para reflexionar íntimamente, no las contestes inmediatamente, tómate tu tiempo para ello, pero muéstrate sincero/a)
1.    A qué nos ayuda el Decálogo como personas.
2.    Quién asumió y vivió los Mandamientos en plenitud desde la clave del amor.
3.    De los Diez Mandamientos, cuántos serías capaz de recordar (sin mirar donde están escritos, evidentemente). Cítalos, por favor.
4.    De cuántos de ellos tienes el convencimiento absoluto de estar cumpliendo (sin citarlos). La respuesta a esta pregunta requiere un tiempo largo de reflexión, a nadie sirve una contestación automática, y menos a quien contesta.
Pincha aquí para rellenar el formulario donde están estas mismas preguntas.


Textos extraídos de:
  • CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
  • CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid, 2011.
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