5. El don de la fe
Estimados catecúmenos, en esta entrada os presento el tema 5 completo titulado: El don de la fe. Espero que os sirva para reflexionar e integrar de manera progresiva la presencia de Dios en vuestras vidas cotidianas.
QUÉ PRETENDEMOS CONSEGUIR CON ESTE TEMA...
1. Valorar la amistad como camino de relación, de
conocimiento y de confianza.
2. Conocer el significado y el alcance de los
términos «Revelación» y «Fe».
3. Descubrir que la razón es un camino para
llegar a conocer la existencia de Dios.
4. Reconocer que la fe la recibimos de la Iglesia
y en actitud humilde.
INTRODUCCIÓN
Dios ha deseado hablar
con los hombres como un amigo habla con su amigo. Ha querido comunicarse con
nosotros e invitarlos a vivir con él en comunión de vida y amor. Estar en
comunión con una persona significa mucho más que relacionarse o simpatizar con
ella; es vivir unido a esa persona. Dios quiere estar en comunión con nosotros
porque nos ama.
Dios ha querido ser
nuestro Dios, el Padre y el amigo de todo hombre y de toda mujer. Por amor, ha
enviado su hijo, Jesucristo. Éste su gran regalo: se nos ha dado a conocer
comunicando su propio misterio a través de la historia, mediante obras y
palabras. Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, el Padre.
Tú eres amigo de tus
amigos porque hablas con ellos y los conoces. Cuando conocemos de verdad
alguien, podemos llegar a quererlo. Podemos decirle: «te quiero». Y él nos
puede responder: «creo en tu amistad, creo en ti». Tus amigos confían en ti
porque saben que los quieres. Ante Dios que nos dice: «te amo», nosotros solo
podemos responder: «creo en ti, creo en tu amor, me confío a ti y a tu amor,
quiero vivir desde ti y para ti». Esto es la fe, por la cual nos entregamos
libre y totalmente a Dios y, por ello, aceptamos su verdad.
Cada uno de nosotros
es capaz de responder a Dios, que nos habla y nos invita a comunicarnos con él.
Es posible acoger libremente la salvación, que nos ofrece por amor, y creer lo
que él nos revela. La fe es la respuesta de Dios que se revela, pero, sobre
todo, es un don, un regalo que Dios nos hace y que nosotros libremente
acogemos.
No obstante, los
cristianos nunca creemos solos. Creer en Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo es participar de la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles. La
fe es, pues, un acto eclesial, porque es la Iglesia quien cree, de tal modo que
ella, con la gracia del Espíritu Santo, precede, engendra y alimenta la fe de
cada uno.
Gracias a la fe surge
una vida nueva. Si estamos disponibles, nuestros pensamientos y nuestro
comportamiento se van transformando a imagen de Jesús, el hijo de Dios, que es
el Camino y la Verdad y la Vida, para conocer a Dios y para vivir según su
voluntad. Algunos dicen que tener fe en Dios va contra la razón humana. Pero,
al contrario, la fe ilumina la razón y la razón fortalece la fe.
En la oración pedimos
que el Espíritu de Dios nos abra los ojos de la fe y nos ilumine. Solo con su
fuerza podemos dar, libre y responsablemente, nuestra confianza a Dios, que es
nuestro Padre y amigo.
«CREO», «CREEMOS»
La profesión de la fe cristiana empieza por la palabra
«crear». Con esta palabra el cristiano afirma con certeza que, gracias a la luz
de la fe en Jesucristo Salvador y Señor, su vida tiene un significado y tiene
razones para vivir con esperanza. Sin embargo, la fe no es un acto de una
persona aislada. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se
ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente
ha recibido la fe de la Iglesia y tiene la responsabilidad de transmitirla.
Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes.
DIOS ES AMOR MISERICORDIOSO Y FIEL A SUS PROMESAS
Dios obra siempre
movido por el amor. La historia de sus intervenciones a favor de los hombres es
la historia de una Alianza de amor, de un diálogo cariñoso y fiel, jamás
desmentido por su parte. Dios se mostró siempre fiel a sus promesas de
salvación, incluso cuando su pueblo le volvía la espalda.
El amor misericordioso
de Dios apareció entre nosotros de una manera plena y decisiva al entregarnos a
Jesucristo, su Hijo. En él, Dios Padre cumplió sus promesas de salvar a los
hombres pecadores. Jesús, con su palabra y con su vida y, sobre todo, con su
Muerte y Resurrección, hizo visible el amor misericordioso y fiel con que Dios
nos ama.
En muchas ocasiones y
de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los Profetas. En
esta etapa final, nos hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo,
y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria,
impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa (Heb 1, 1-3).
REVELACIÓN
La Revelación de Dios es la comunicación que Dios ha
hecho de sí mismo y de sus designios de salvación a favor de la humanidad.
Dios, por su gran amor, se ha comunicado con los hombres para invitarlos a
vivir en comunión de vida y amor con él.
NOSOTROS, ¿PODEMOS CONOCER A DIOS?
Desde siempre la
persona humana ha buscado respuesta a los interrogantes más profundos
de la
vida y ha podido entrever, en el origen y en el fin de las cosas, una
misteriosa realidad que fundamenta su vida y la de toda la humanidad.
El cristiano sabe que
toda persona puede rastrear huellas y testimonios de la presencia y de la
acción de Dios en el universo, en ciertos acontecimientos de su vida y en su
interior. Para ello, el hombre utiliza sus facultades humanas, incluida la
razón.
Nosotros podemos
descubrir con la razón la existencia de Dios:
· en las obras de la
creación
· en acontecimientos
señalados de la vida
· en el anhelo de
felicidad que sentimos en nuestro corazón
· y en la voz de nuestra
conciencia
Pero encontramos
muchas dificultades para conocer a Dios solo con la razón. Por ello, Dios ha
querido iluminarnos con su revelación:
· interviniendo, con
palabras y obras, en la historia del pueblo de Israel
· enviando a su hijo
Jesucristo que es la plenitud de la comunicación de Dios a los hombres.
DIOS SE DA A CONOCER A LA GENTE SENCILLA
Jesús nos enseña cómo
responder al amor de Dios. En la oración podemos hablar a Dios que nos ama y
que quiere ser nuestro amigo. Podemos darle gracias, porque se nos da a conocer
como Aquel que está siempre a nuestro lado. Podemos pedirle un corazón sencillo
para saber reconocer su Palabra.
Jesús nos enseña que
nunca debemos olvidar que solo los humildes pueden reconocer a Dios:
Te doy gracias, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido
bien (Mt 11, 25-26).
En el siglo IV, San Agustín, hombre que buscaba a Dios
con sinceridad, recibió la gracia de creer en Jesucristo. Él mismo relata el
camino de su conversión.
Buscaba el camino y no lo encontraba.
Hasta que penetré en mi interior y, al entrar,
vi, con los ojos del alma, una luz extraordinaria.
Tú estabas dentro de mí y yo te buscaba fuera.
¿Quién es Dios?
Dios es nuestro Padre,
Creador y Señor de todas las cosas, que por amor a los hombres entregó a su
Hijo para nuestra salvación y no santifica por medio del Espíritu Santo.
UN
MOMENTO DE REFLEXIÓN... (preguntas para reflexionar íntimamente, no las
contestes inmediatamente, tómate tu tiempo para ello, pero muéstrate sincero/a)
1. Juan el Bautista da testimonio de
Jesús de tres maneras distintas, ¿sabrías decirlas?
2. ¿Quién son los tres grandes
personajes del tiempo de Adviento?
3. ¿Cuál es el mayor obstáculo para
seguir a Jesús?
Pincha aquí para rellenar
el formulario donde están estas mismas preguntas.
Textos
literales extraídos de:
CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª
edición. Madrid, 2015.
CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC). Madrid, 2011.
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