9. Dios nos ama a pesar del pecado
Estimados
catecúmenos, en esta entrada podéis encontrar el texto completo del tema 9 titulado: Dios nos ama a pesar del pecado. Espero
que os sirva para reflexionar e integrar de manera progresiva la presencia de
Dios en vuestras vidas cotidianas.
QUÉ PRETENDEMOS
CONSEGUIR CON ESTE TEMA...
1. Comprender qué es el pecado
original, sus causas y consecuencias.
2. Reconocer en cada uno la
inclinación a prescindir de Dios y sus Mandamientos.
3. Descubrir la promesa de
salvación de Dios.
4. Orar para superar las
tentaciones que nos inclinan al pecado.
INTRODUCCIÓN
Cuando aparece por primera vez
el pecado del hombre y de la mujer, se hace presente y resplandece de un modo
sublime la bondad y el amor de Dios: no deja al ser humano abandonado a su
suerte, sino que le rehabilita, le salva de su caída y le eleva por encima de
su naturaleza hasta hacerle partícipe de la misma vida divina.
El libro del Génesis nos narra
de manera sencilla, con imágenes y lenguaje poético la vida feliz que Dios
había destinado para el hombre, su amigo: Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y
colocó en él al hombre que había modelado. El Señor hizo brotar del suelo toda
clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol
de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
El Señor Dios dio este mandato al hombre: "Puedes comer de todos los
árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no
comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir" (Gén 2, 8-9.16-17).
Pero
el hombre y la mujer, su compañera, no obedecieron, rompiendo así la amistad
con Dios: La serpiente
era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo
a la mujer: "¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del
jardín?". La mujer contestó a la serpiente: "Podemos comer los frutos
de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del
jardín no ha Dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario
moriréis". La serpiente replicó a la mujer: "No, no moriréis; es que
Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como
Dios en el conocimiento del bien y del mal". Entonces la mujer se dio
cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para
lograr la inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su
marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron
que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Cuando
oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la
brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios (Gén 1, 1-8).
El
hombre desobedeció a Dios. Tentado por la serpiente, sospechaba que Dios le
quitaba algo de su vida, que Dios era un competidor que limitaba su libertad, y
que solo podría ser feliz si le apartaba de su lado.
Adán
y Eva perdieron inmediatamente, para sí y para toda la humanidad, la gracia de
la santidad y de la justicia originales. Este es el pecado original en el que todos los
hombres nacen. La naturaleza humana no está totalmente corrompida, pero sí se
halla herida, sometida a la ignorancia, al sufrimiento, al poder de la muerte e
inclinada al pecado.
¿QUIÉNES SON ADÁN Y EVA?
Adán y Eva son los nombres con los que el Libro del Génesis
se refiere al primer hombre y a la primera mujer. «Adán» es un nombre hebreo
que significa «hombre». Él llama a su mujer «Eva», «viviente», por ser la madre
de todos los que viven (Gén 3, 20). Como hijos de Adán y Eva son nombrados
Caín, Abel y Set.
En la Biblia, ambos, Adán y Eva, representan a toda la
humanidad tal como Dios la quiso, feliz y en armonía con su Creador y con los
demás, hasta que rompen su amistad con Dios al desobedecerlo.
DIOS TIENDE LA MANO A LA HUMANIDAD
Aunque
el hombre continuó siendo capaz de hacer el bien, quedó como herido a causa de
su separación de Dios. La semilla del pecado original le dejaba bajo la
influencia del espíritu del mal. Pero Dios tuvo misericordia e hizo a la
humanidad la promesa del Salvador, que es Jesucristo, el Hijo de Dios.
A imagen tuya creaste al hombre...
y cuando por desobediencia perdió
tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido,
tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca
(Plegaria Eucarística IV)
San
Pablo llama a Jesucristo «nuevo Adán». Adán era hombre y quiso ser como Dios.
Desobedeció. No aceptó ser criatura.
Jesús
era igual a Dios y tomó la condición de esclavo. Gracias a su obediencia hasta
la muerte en la cruz, Cristo reparó con sobreabundancia la desobediencia de
nuestros primeros padres y redimió a la humanidad.
Lo
mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte,
y así la muerte se propagó a todos los hombres. La gracia de Dios y el don
otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos (Rom 5, 12.15).
EN TU CORAZÓN EXISTE EL BIEN Y EL MAL
Adán, tentado por el
diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su Creador y, haciendo mal
uso de su libertad, quebrantó el mandamiento de Dios.
En ello consistió el
primer pecado, el pecado original. En adelante, todo pecado será una
desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
En el pecado original
Adán se eligió a sí mismo en lugar de elegir a Dios y, por ello, le despreció:
hizo una elección contra su propio bien, que es Dios mismo.
En el corazón de cada
persona existe aún esta lucha entre el bien, que es amar y obedecer a Dios, y
el mal, que es no hacerle caso, prescindir de su amor y sus Mandamientos.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN Y LÍBRANOS
DEL MAL
Así decimos
cuando rezamos el padrenuestro, la oración que Cristo nos enseñó. Al orar de
esa manera, pedimos que Dios nos libre de todos los males que abruman a la
humanidad e imploramos el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante
del retorno de Cristo.
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo
(Rito de la comunión)
Como
cada día estamos en peligro de caer en el pecado y decir no a Dios, le
suplicamos que no nos deje indefensos ante el poder de la tentación. Este
combate y esta victoria solo son posibles con la oración. El Padre nos da la
fuerza para dejarnos conducir por el espíritu.
¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL MAL?
Sabemos a ciencia cierta que Dios es bueno y que no puede
crear nada malo. Sin embargo, en nuestro mundo el mal existe; es un misterio
oscuro y doloroso. Ante el mal surge la pregunta: «¿cómo se puede creer en un
Dios bueno, habiendo tanto mal en el mundo?». Pero, ¿no sería preferible
preguntarse cómo podría vivir en este mundo una persona dotada de corazón e inteligencia
si Dios no existiera? Dios ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo,
que ha muerto y resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de
los hombres. El mal no tiene la última palabra. Dios hace surgir de los peores
males un bien mayor.
Entre los siglos IV y V, san Agustín dice:
Dios
no permitiría jamás que en sus obras
existiera
el mal,
si él
no fuera suficientemente poderoso y bueno
para
hacer surgir un bien del mismo mal.
¿Qué es el pecado original?
El pecado original es la condición de alejamiento
de Dios en la que nacemos, como consecuencia del pecado de nuestros primeros
padres. Por eso necesitamos la salvación de Dios.
UN MOMENTO DE REFLEXIÓN... (preguntas para reflexionar
íntimamente, no las contestes inmediatamente, tómate tu tiempo para ello, pero
muéstrate sincero/a)
1. Siendo la desobediencia el origen del pecado original,
¿ves en tu vida cotidiana algún rastro de esa actitud de rebeldía hacia Dios?
2. Ante una tentación, ¿qué estrategia utilizas para
protegerte de ella?
3. ¿Consideras que la oración tiene algún efecto sobre el
mal?
4. ¿Qué oración es la que más frecuentemente utilizas?
Pincha aquí para rellenar el formulario
donde están estas mismas preguntas.
Textos
literales extraídos de:
CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª
edición. Madrid, 2015.
CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC). Madrid, 2011.
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