15. Dios consuela a su pueblo y promete una Alianza nueva

Estimados catecúmenos, en esta entrada os presento el tema 15 completo titulado: Dios consuela a su pueblo y promete una Alianza nueva. Espero que os sirva para reflexionar e integrar de manera progresiva la presencia de Dios en vuestras vidas cotidianas.


QUÉ PRETENDEMOS CONSEGUIR CON ESTE TEMA...
1. Reconocer la fidelidad de Dios para con el hombre.
2. Diferenciar la antigua de la nueva Alianza
3. Descubrir que el deseo más profundo del corazón es encontrar a Dios
4. Interiorizar que en las dificultades de la vida, Dios permanece dándonos su consuelo y su amor.


INTRODUCCIÓN
Israel no quiso ir a los Profetas, defensores de la Alianza. Confió en sus propias fuerzas, en sus pactos con los pueblos poderosos, en los muros de sus ciudades y en sus carros de combate. De improviso sobrevino la tragedia. El rey Nabucodonosor cayó sobre Jerusalén y puso acerco a la capital. Arrasó el templo, la ciudad y las murallas. A los hombres más capaces influyentes del pueblo los llevó cautivos a Babilonia.

Israel atravesó en el destierro la prueba más dura para su fe. Con angustia se preguntaban: “¿qué fue del Dios que nos salvó de Egipto e hizo Alianza con nosotros en el desierto? ¿Por qué el Señor ha rechazado en su pueblo?”. Pasaron los años. Junto a los canales de Babilonia los desterrados meditaban la historia de su pueblo. Dios les impulsó a reunir en un Libro las tradiciones de los Patriarcas, la predicación de los Profetas y otros escritos santos.

A partir de entonces la vida religiosa de Israel giró en torno a la meditación del Libro inspirado de la palabra de Dios, la Biblia. En oración se dirigían al Señor con los himnos, cánticos o salmos, que se encontraban en el Libro Santo y constituyen la oración de Israel. Entonces comprendieron mejor la gravedad de haber roto la Alianza apartándose de su Señor. Algunos Profetas mantuvieron viva la esperanza, anunciando que Dios prometía una Alianza nueva.



Dios comenzó a cumplir estas promesas cuando el imperio de Babilonia cayó en manos de Ciro de Persia. Los israelitas regresaron a su patria. Una vez en Jerusalén reconstruyeron el templo y allí se reunían para confesar sus pecados y los de sus antepasados, para implorar el perdón de Dios y ofrecerle innumerables sacrificios.
Nos recordaron, por entonces, lo que el Profeta Isaías, en el desierto, y se había misteriosamente anunciado de parte del Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargo sobre él todos nuestros crímenes. Expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores (Is 42, 1; 53, 2-3.6.12).
Estas palabras despertaron, en algunos, la esperanza de que Dios cumpliría sus promesas, reconciliándolos definitivamente con él: Cristo será ese elegido que intercede por nosotros y carga sobre él nuestros pecados.


BABILONIA
Originalmente es el país situado entre los ríos Tigris y Eúfrates, en el actual Irak. Con el tiempo se convirtió en un gran imperio que abarcaba desde el Golfo Pérsico hasta el mar Muerto. Nabucodonosor fue el gobernante que llevó a Babilonia a su máximo esplendor. Él fue también quien conquistó dos veces Jerusalén y desterró de allí al pueblo de Israel. Los Profetas lo predijeron. Pero, al mismo tiempo, anunciaron el pueblo que el exilio era una llamada a ser más fieles a la Alianza. Dios les haría volver a su tierra e Israel reconocería el amor de Yahvé. En la Vigilia pascual lo recordamos con las palabras del Profeta Isaías: En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero -dice el Señor, tu libertador- (Is 54, 8).


LOS EXILIADOS EXPRESAN SU TRISTEZA
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces es de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: “Cantadnos un cantar de Sion”. ¡Cómo cantar cánticos del señor en tierra extranjera! (Sal 137, 1-4).

OS DARÉ UN CORAZÓN DE CARNE
Cada año, en la Vigilia Pascual, la iglesia escucha estas palabras del profeta Ezequiel:

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos (Ez 36, 24.26-27).

El espíritu nuevo que Dios promete a los hijos de su pueblo será su Espíritu, el Espíritu de Dios mismo. Esta promesa de Dios a los hombres se cumple definitivamente en Jesucristo. Por él, se nos infunde el Espíritu Santo, que nos sostiene, nos mueve y nos guía hacia la luz de la verdad y hacia el amor de Dios en nuestros corazones.
El Profeta Ezequiel anuncia un nuevo pueblo, que en el Nuevo Testamento será convocado por Dios mismo a través de la obra de su Hijo. Esta comunidad, cuyos miembros tienen corazón de carne y no de piedra, se esfuerza por vivir los Mandamientos ayudada por la gracia de Dios mismo.



EN LAS ADVERSIDADES, DIOS NOS SOSTIENE

Cuando vemos o escuchamos noticias sobre el sufrimiento de los hombres nos sentimos pequeños y sin fuerzas para aliviarlos. Algunas personas se preguntan: “¿Dónde está Dios? ¿Cómo permite tanto dolor?”.

Algo así sentía el pueblo de Israel cuando fue desterrado a Babilonia. Prisionero y lejos de su tierra, estaba desalentado y sin fuerzas para salir de aquella situación tan dolorosa.
Los Profetas confortan al pueblo y lo sostienen en nombre de Dios.
Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará. Porque yo, el Señor, soy tu Dios; el Santo de Israel es tu Salvador (Is 43, 2-3).
Hoy, cuando escuchamos estas palabras, descubrimos que el amor de Dios siempre nos fortalece: cuando nos llegue la prueba del sufrimiento o cuando no nos sentimos en paz con los demás o nos desanimamos por el mal que vemos en el mundo y en cada uno de nosotros. 
En la Cruz, Cristo es el vencedor del mal; con su Resurrección, él nos da vida a todos nosotros.



EL ANHELO DE DIOS

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: “¿Dónde está tu Dios? (Sal 42, 2-4).

En el destierro de Babilonia, este salmista se lamenta de su situación y de la de su pueblo y clama su sed de Dios. Es una sed que no se sacia con un sorbo de agua ni tampoco con riquezas o bienes materiales.


Este deseo de Dios esté inscrito en el corazón del hombre, porque la persona humana ha sido creada por Dios y para Dios; Dios no cesa de atraerla hacia sí. Sólo en Dios encontrará la verdad y la dicha que no cesa de buscar. Nosotros rezamos convencidos de que Jesucristo, su Hijo, viene a saciar la sed de Dios que tiene cada uno de nosotros:

El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta a la vida eterna (Jn 4, 14).




Evagrio Póntico fue un monje y asceta cristiano del siglo IV muy conocido por sus cualidades como pensador y escritor. Nos recuerda que debemos orar siempre, aunque a veces pensemos que no somos escuchados.

No pretendas conseguir inmediatamente lo que pides, como si lograrlo dependiera de ti, pues él quiere concederte sus dones cuando perseveras en la oración.

¿Abandonó Dios a los hombres después del primer pecado? Dios no abandonó a los hombres, sino que tuvo misericordia de ellos, les tendió la mano y les prometió un Salvador, Jesucristo.



UN MOMENTO DE REFLEXIÓN... (preguntas para reflexionar íntimamente, no las contestes inmediatamente, tómate tu tiempo para ello, pero muéstrate sincero/a)

  • ¿De qué profeta fueron las palabras que despertaron en algunos la esperanza de que Dios cumpliría sus promesas, reconciliándolos definitivamente con él?, y ¿quién encarnó esa reconciliación definitiva?
  • ¿Me podrías explicar qué quiere decir Dios por boca del profeta cuando manifiesta: "Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne".
  • ¿Cuál es el deseo que subyace en lo más profundo de cada ser humano?
  • ¿Por qué a veces pensamos que nuestras oraciones no son escuchadas?, ¿crees que es porque realmente no son escuchadas?
Pincha aquí para rellenar el formulario donde están estas mismas preguntas.

Textos literales extraídos de:
- CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
- CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid, 2011.

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