13. Dios elige a David para ser rey de su pueblo

Estimados catecúmenos, en esta entrada podéis encontrar el texto completo del tema 13 titulado: Dios elige a David como rey de su pueblo. Espero que os sirva para reflexionar e integrar de manera progresiva la presencia de Dios en vuestras vidas cotidianas.


QUÉ PRETENDEMOS CONSEGUIR CON ESTE TEMA...

  • Descubrir la vida y la historia de David y relacionarla con Jesús.
  • Tomar conciencia de que Dios es fiel a sus promesas, aunque nosotros seamos frágiles y pecadores, y está siempre dispuesto a perdonar.
  • Valorar los Salmos y orar con alguno de ellos
INTRODUCCIÓN
Después de la muerte de Moisés, los israelitas cruzaron el río Jordán y fueron ocupando lentamente la tierra prometida. Al instalarse en el país, las 12 tribus de Israel no tenían el rey: el único rey era Dios mismo. En algunos casos se unieron bajo la autoridad de un jefe, un juez que les dirigía. Dios hizo surgir a los jueces para que liberasen a Israel de los peligros que le acechaban, aconsejaran las decisiones que se debían tomar y recordaran al pueblo el deber de fidelidad a la Alianza. La Biblia relata las actuaciones de algunos de estos jueces: entre otros, Gedeón, Sansón o Deborah, una mujer.


Con el correr de los años el pueblo de Israel creció y la tierra que Dios les había dado llegó a ser un reino. Un día Dios eligió a David, un joven pastor, para que fuera el rey de su pueblo. Dios dijo David:
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que hayas ido. He suprimido a todos tus enemigos ante ti, y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel, y lo plantaré para que resida en él sin que le inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa. En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Será él quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.  Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo (2 Sam 7,8-14).

Entonces el rey David vino a presentarse ante el Señor dijo: ¿Quién soy yo, mi Dueño y Señor, y quién la casa de mi padre, para que me hayas engrandecido hasta tal punto? Tú conoces a tu siervo, Dueño mío y Señor mío. Constituiste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios. (2 Sam 7, 18.20.24). Y renació la esperanza en el pueblo, pues Dios cumpliría la promesa de salvación hecha a Abraham: el Mesías será un descendiente de David, será el último enviado de Dios. Salomón sucedió en el trono a David, su padre, y construyó el templo de Jerusalén. Pero, a la muerte de Salomón, el reino de David se dividió en dos. Casi todos los reyes que siguieron, rompieron la Alianza con Dios y, con su conducta infiel, muchos israelitas abandonaron al Señor para adorar a otros dioses. Pero la historia de la Alianza de Dios con los hombres continuó.
  
JERUSALÉN, CIUDAD DE DAVID
Jerusalén es la ciudad santa venerada por judíos, cristianos y musulmanes. Su existencia está testificada desde 1900 a. C. Fue conquistada por David, quien trasladó allí en Arca de la Alianza, y Salomón construyó en ella el Templo, centro religioso de Israel. Es llamada “ciudad de David“ y “ciudad santa“. También es llamada “Sion”. Era la capital de Israel, al igual que lo es ahora. Jesús fue crucificado en Jerusalén, en un lugar llamado Gólgota, cerca de una de las puertas de la ciudad. En Jerusalén también nació la primera comunidad cristiana; desde allí, después de Pentecostés, los Apóstoles partieron para anunciar el Evangelio a todas las naciones.

JESÚS, "HIJO DE DAVID"
En los evangelios, un ciego llamado Bartimeo, una mujer cananea y algunos otros llaman a Jesús Hijo de David (Mc 10, 47 Mt 15, 22). Cuando Jesús entra en Jerusalén para la celebración de la Pascua, el pueblo exclama: “¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt 21, 9). Cuando comienza el Evangelio de Mateo, Jesús es presentado como descendiente del gran patriarca Abraham y también del rey David, de cuya familia debían hacer el Mesías (cf. Mt 1, 1). Que Jesús sea Hijo de David significa que es hombre como nosotros, con una larga lista de antepasados, muchos de ellos fieles a Dios y algunos pecadores, y que el cumplimiento de la promesa hecha a David y su descendencia.
En la noche de Pascua, al ir leyendo las lecturas de la Biblia, la Iglesia medita las promesas de Dios a Davi, que se cumplen en Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, en quien Dios mismo viene a a salvar a su pueblo mediante la Muerte en la cruz y la Resurrección de su Hijo único.

CREER EN DIOS ES CONFIAR SIEMPRE EN SU MISERICORDIA
Una vez, David, el rey más glorioso de Israel, olvidó su amistad con Dios y pecó gravemente (cf. 2 Sm 11, 1-26). Reconoció que se había comportado de manera injusta y que había dejado de ser fiel a los Mandamientos. Lloró amargamente su pecado y pidió perdón el Señor, orando, ayunando y lamentándose: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad ante tus ojos (Sal 51, 3-6).

David nos enseña a reconciliarnos con el Señor cuando somos infieles a sus Mandamientos, porque Dios siempre está dispuesto a perdonar. Por el sacramento de la penitencia, la Iglesia, el nombre de Jesucristo, perdona los pecados que hayamos cometido después de nuestro bautismo y nos reconcilia con Dios y con los hombres.


DAVID Y LOS SALMOS
A pesar de su pecado, David es un rey “según el corazón de Dios”, porque el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia (Sal 103, 8-9). David es modelo de oración por su obediencia a la voluntad de Dios, su deseo de alabarlo y por su arrepentimiento.
David, inspirado por el Espíritu Santo, muestra en los Salmos cómo debemos rezar: Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de 10 cuerdas; cantadle un cántico nuevo (Sal 33, 1-3).
La oración de Cristo, verdadero Mesías e Hijo de David, revelará y llevará a su plenitud del sentido de los Salmos. San Pablo dice a los cristianos: Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor (Ef 5, 19).
Como los autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el libro de los salmos cantando en él el misterio de Cristo.


El siglo IV San Ambrosio nos indica que los Salmos son siempre un cántico de alabanza a Dios. Los salmos son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe.

¿Por qué los cristianos no nos desanimemos a pesar de haber pecado? Los cristianos no nos desanimamos porque Dios Padre está siempre dispuesto a perdonarnos, pues es misericordioso y conoce nuestro corazón.



UN MOMENTO DE REFLEXIÓN... (preguntas para reflexionar íntimamente, no las contestes inmediatamente, tómate tu tiempo para ello, pero muéstrate sincero/a)
  1. ¿Qué relación tiene David con el Nuevo Testamento, es decir, con la vida y obra de Nuestro Señor Jesucristo?
  2. ¿Cuál es la otra denominación de Jerusalén, y por qué?
  3. ¿Qué podemos aprender de David?
  4. Elige un salmo con el que te sientas como si tú mismo lo hubieras compuesto.
Pincha aquí para rellenar el formulario donde están estas mismas preguntas.


Textos extraídos de:
  • CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
  • CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid, 2011.
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